Era la primera vez que mi hijo se quedaba un fin de semana solo en casa y todos estábamos un poco nerviosos, quizás él más que nadie. Porque es un chico muy responsable, pero no deja de ser un chaval y de vez en cuando todos cometemos errores. Así que cuando recibí una llamada a la 1 de la mañana del sábado, y vi que era mi hijo, no me asusté, sinceramente. Más bien pensé automáticamente en las leyes de Murphy, la mala suerte y esas cosas.
Cuando descolgué me encontré con la voz de mi hijo bastante nervioso que me decía que no encontraba las llaves. “Vale, es eso”, me dije y me lo tomé con calma, porque cuando una persona está nerviosa lo peor que puedes hacer es meterle presión: “pero has mirado bien, has revisado esto o lo otro”. Lo primero que le dije es que estuviera tranquilo y que tomara nota de un teléfono que le iba a pasar por WhatsApp de una cerrajería 24 h en vigo. Esto parece que lo dejó más tranquilo, porque ya se veía durmiendo en la calle o algo así.
Una vez que ya se relajó y yo me fui incorporando de la cama y desperezándome empezamos a hablar sobre cómo había sido el día para ver si le ayudaba a encontrar esas llaves perdidas. Y es que él sabe que yo soy una especie de rastreador: si algo se pierde en la casa me llaman y yo empiezo mi rastreo. Ellos me preguntan cómo es posible que lo encuentre “todo”, y yo les digo que trato de pensar un poco cómo actúa la persona que ha perdido ese objeto.
Y eso es lo que hice con el tema de sus llaves. Porque aunque le di la “solución” de llamar a cerrajería 24 h en Vigo, había que intentar buscar antes de optar por la solución extrema. Y resulta que las llaves no estaban perdidas… solo se había guardado en uno de los bolsillos interiores de la chaqueta de mi hijo. Como tuvo que hacer “tantas cosas” antes de salir de casa al estar solo, se lio guardando las llaves en otro sitio diferente de lo habitual y luego se olvidó de dónde las había metido. ¡Estos chicos!