Desde siempre mostré interés por el arte de una u otra manera. Lo curioso es que no hay ninguna tradición en este sentido en mi familia. No me avergüenzo para nada de ello, tanto mis padres como mis hermanos han tenido ocupación radicalmente alejadas del mundo artístico. Pero, por alguna razón, yo sentí una pulsión creativa desde pequeña que me llevó primero a pintar y, después, a ‘robar’ la cámara de mi hermano mayor para empezar a sacar fotos. Y así ha sido desde entonces: dividir mi tiempo entre los estudios tradicionales, la pintura y la fotografía.

Y entonces llegó el momento al que muchos nos enfrentamos a lo largo de la vida: decidir un camino u otro. Sabía que debía optar por una disciplina artística pero no sabía cuál. Evidentemente la fotografía y la pintura son compatibles, pero también es cierto que el que mucho abarca poco aprieta y no quería caer en la tentación de creerme buena en todo sin ni siquiera haber empezado a dedicarme a ello profesionalmente. 

Entonces estuve cotejando diferentes estudios especializados hasta que encontré un Master en Fotografía Documental en Madrid. Una de las vertientes que siempre me enamoró de la fotografía fue su aspecto documental, tal vez porque lo alejaba un poco de la pintura y sentía que podía hacer algo diferente con ello. Si optaba por la fotografía artística al final siempre pensaba en que quizás era mejor pintar. Para romper un poco con la dualidad de mi vocación decidí que lo mejor era escoger una vía alejada, en cierta medida, de una de las dos opciones. 

Así fue como empecé a estudiar el Master en Fotografía Documental en Madrid. No es una opción tan asequible como otras, pero, a cambio, me ofrece la garantía de una atención exclusiva, unos profesores de primer nivel y un proyecto en condiciones. Y todo ello mirando siempre de reojo a mi otra pasión: porque nunca está de más tener un plan B, por si acaso. De esa forma, tengo la seguridad que, una vez terminado el proceso formativo, podré considerarme una profesional.

por paco