Cuando voy al supermercado y llego a la zona de los yogures, siempre me pregunto cómo es posible que esta marca tenga tantos tipos de yogur diferentes. A todas luces parece un monopolio, aunque según he podido leer, no es su mejor momento en España por la irrupción de otras firmas, pero, sobre todo, por la marca blanca.
Siempre he sentido un poco de animadversión por esas grandes empresas que parecen dominarlo todo, así que me he pasado a la resistencia, también con los yogures. Al principio, probé algo de marca blanca pero, sinceramente, no terminó por convencerme, así que me decidí por yogures asturiana, una marca a la que siempre he respetado mucho cuando hablamos de leche.
El prestigio de la Asturiana en la leche es innegable en España, con muchos premios que atestiguan la confianza de los consumidores, pero, sin embargo, aunque no tengo cifras oficiales, da la sensación de que no consigue el mismo éxito en derivados lácteos como puedan ser los yogures. Y teniendo en cuenta el momento en el que nos encontramos en cuanto a los patrones alimenticios, con cada vez más consumidores rechazando (por diversos motivos) la leche de vaca, esta empresa ha tenido que moverse para tratar de capear el temporal.
En mi caso personal, al menos de momento, yo he seguido fiel a la leche de vaca, aunque en mi entorno, conozco muchas personas que han optado ya por las bebidas vegetales. En cuanto a los yogures lo tienen todavía más difícil, pero lo están intentando.
¿Cómo se consigue que un consumidor habitual de yogur deje su marca de toda la vida? En mi caso, ha sido por cansancio, por la necesidad de probar algo diferente… y por el precio. Me cansé de consumir yogures siempre de la misma marca y me apeteció probar yogures asturiana. Y también influyó el precio, ya que son un poco más baratos.
Pero, al final, como sucede con cualquier producto alimenticio, el sabor es lo que cuenta y estos yogures me han convencido también por la textura, cada vez más importante cuando hablamos de este tipo de alimento.