En el mundo en el que yo me muevo, las personas no tienen mucha idea de economía. Saben sumar 1 más 1 (no todos), pero poco más. Yo tampoco sé mucho de economía, más de lo que leo en algunos periódicos y de algunas verdades incontrovertibles, como por ejemplo que el precio de los pisos está subiendo como la espuma o que el cine sale por un ojo de la cara.

En esta línea, nunca me planteé elegir un banco como se elige una colonia o un jersey. Seguí con el banco en el que tenía una cuenta mi padre sin pensar en ello. Recuerdo que mi padre me llevó a la entidad y estuvimos hablando con el director que era amigo suyo sobre las cuentas del banco y para ver qué me podía convenir más, pero yo no prestaba ninguna atención, hablaban una jerga que no entendía, pero que tampoco me interesaba.

Y es que ahí radica el problema, si es que existe un problema en desinteresarse deliberadamente de la economía. Pero en aquella época era mi padre quien se ocupaba de esos asuntos, como si fuera mi agente. Años después tuve que ser yo el que cogiera las riendas de mi economía y me encontré con un mundo desconocido y engorroso.

¿A sí que tengo que decidirme por diferentes cuentas del banco? O sea, sé que hay muchos bancos pero hasta ahora pensaba que, más o menos, todos eran igual. Pues no. Una cuenta es un producto financiero con unas características concretas. Y como cualquier producto que se vende, está diseñado para atraer a un tipo concreto de cliente. Es decir, una cuenta puede seducirme a mí, pero no al vecino que puede tener otras circunstancias económicas diferentes a las mías.  

Aunque la principal tarea de una cuenta es gestionar nuestro dinero, también ofrece muchos más servicios y depende de nosotros (y de nuestro interés) aprovechar esos servicios. Así es que, poco a poco, me he ido interesando por la economía, aun sin dejar de ser un dummie, al menos trato de que no me den gato por liebre.

por paco