Sin las patatas, la gastronomía de los pueblos europeos no sería la misma. Este tubérculo de origen sudamericano se cultiva desde hace 8.000 años y constituye la base de platillos tan deliciosos como el gratin dauphinois francés, las patatas alioli, el pastel de patata o el fish and chips inglés. No es extraño que España, Francia o Inglaterra hayan liderado la demanda de Proveedor de patatas congeladas para hosteleria en los últimos años.

 

La congelación y ultracongelación son procesos que ‘sientan’ bien a este tubérculo. No suponen una pérdida de nutrientes ni de sabor para las patatas, que al igual que las frescas, son fuente de potasio, vitaminas, fibra, almidones y nutrientes esenciales. Estas propiedades permanecen después de la descongelación, de forma que el consumidor pueda beneficiarse de ellas.

 

Uno de los grandes mitos acerca de las patatas congeladas es la supuesta abundancia de conservantes, sal u otros aditivos. La realidad es muy distinta: ninguno de estos componentes está presente en las patatas durante la congelación. Ocasionalmente, se le agregan sustancias que evitan el oscurecimiento del tubérculo después de la descongelación, pero que en ningún modo alteran su sabor.

 

Dado que se adquieren cortadas, cortadas y listas para cocinar, las patatas congeladas suponen un ahorro de tiempo y esfuerzo para los chefs más atareados. En muchos casos incorporan, además, las especias necesarias para su saborización al freírlas, hervirlas u hornearlas.

 

Por último, y como la mayoría de consumidores sabrá, la patata congelada se conserva durante más tiempo que su contraparte fresca. Las bajas temperaturas frenan la degradación de este tubérculo, manteniéndolo a salvo de la acción de bacterias y microorganismos.

 

En vista de lo anterior, las patatas congeladas merecen una segunda oportunidad para aquellos gourmets que, en el pasado, las despreciaran por ser perjudiciales, poco sabrosas o artificiales. Nada de eso es cierto, y los argumentos citados lo demuestran.

por paco