¿Qué pasó por mi cabeza para rechazar aquella oferta de trabajo que todos consideraban un golpe de suerte? Aun no lo sé. Cuando todo estaba dispuesto para firmar el contrato, me eché atrás, no sé si por miedo, desgana o intuición. Algo me decía que no debía aceptarlo y que debía esperar un tiempo. Hice caso a esa voz interior y aparqué mi carrera. Y no puedo asegurar que no me equivocara.

Siempre había sido un chico muy formal que hizo lo que se esperaba de él. Estudiar se me daba bien y sacaba buenas notas sin demasiado esfuerzo. Tal vez esté mal que yo lo diga, pero el colegio y el instituto no supuso para mí grandes quebraderos de cabeza. Mis padres son médicos así que, por inercia, estudié medicina. Nadie me obligó y a mí me gusta, pero tampoco sentí entusiasmo el primer día que entré en Fisiología I: sentí interés, pero no entusiasmo.

Mientras avanzaba la carrera, la cosa seguía igual. Me costó más sacar las asignaturas adelante, pero iba poco a poco. A mitad de carrera mostré interés por la oncología y supe que mi carrera médica iría hacía ese ámbito. Después de terminar, opté a una Beca fellowship investigación clínica. Por mis proyectos y experiencia sabía que tenía opciones y fui seleccionado. Y tengo que decir que fue una de las mayores alegrías de mi vida: mi proyecto era tomado en consideración y podría conocer a algunos de los oncólogos más eminentes del mundo.

Todo fue bien durante la beca que se desarrollé parte en Madrid y parte en Houston. Pero durante mi estancia en Estados Unidos, lejos de mi familia, empecé a prestar atención a “otras cosas” que no tenían relación directa con mi profesión. Hasta aquel momento había vivido de espaldas a la vida, por decirlo así, solo pendiente de los estudios y poco más.

Tras terminar la Beca fellowship investigación clínica, llegó el punto de inflexión. Recibí una oferta muy buena de una institución en Estados Unidos… pero decidí tomarme un año sabático para viajar. Y ahora que este año termina, tengo menos ganas de volver a mi vida que antes…

por paco